El Papa Francisco: un legado de compasión, humildad y revolución espiritual

El mundo despide al Papa Francisco, una figura clave en la historia reciente de la Iglesia Católica. Su legado de humildad, compasión y lucha por la justicia social trasciende religiones y fronteras. Un líder espiritual que nos recordó que el amor siempre va primero.

Andrea Morato, 21/04/2025

Este 21 de abril, lunes de Pascua, el mundo se ha despertado con una triste noticia: el Papa Francisco, 266º Papa de la Iglesia Católica, ha fallecido.

Un día que para millones de personas simboliza la esperanza y la resurrección, quedará marcado en nuestras memorias como el día que se perdió una de las voces más humanas, valientes y, sobre todo, necesarias dentro y fuera del panorama católico.

Desde el fin del mundo… al mismísimo corazón

Jorge Mario Bergoglio, nació en otoño de 1936, hijo de emigrantes italianos instalados en el barrio de Flores, en Buenos Aires. Un hombre de raíces humildes, venido —como él mismo dijo tras ser elegido Papa en 2013— “del fin del mundo”. Un hombre que trascendió los muros del Vaticano y que marcó un antes y un después en la Iglesia Católica.

Francisco fue el primero en muchos sentidos. El primero en bajarse del trono dorado del poder eclesial para caminar entre la gente; el primero en llamar hermano al migrante, hijo al marginado y prójimo al diferente. Para Francisco, no existía diferencia entre ninguno de los hijos de Dios.

Un papado sin trono, pero con alma

Su papado no fue un reinado, fue un servicio a disposición de todos. Y quizás ahí radicó su verdadero poder transformador.

No solo abrió las puertas del Vaticano de forma simbólica, también lo hizo espiritualmente. Defendió con coraje la justicia social, denunció la hipocresía de los poderosos, luchó por la dignidad de los más desfavorecidos y clamó por el cuidado urgente de nuestra casa común: el planeta. Sostenía con firmeza que todos —sin excepción— somos hijos de Dios.

Incómodo para algunos, necesario para todos

Fue incómodo para todos aquellos que temían modernizar la institución, precisamente porque nunca se conformó. Porque transmitía con el corazón, porque supo acercarse a la gente joven, porque prefería la sencillez de los gestos simples a la solemnidad de las grandes ceremonias, porque puso el Evangelio por delante de cualquier protocolo anticuado.

Francisco trajo humildad a una Iglesia que muchos veían distante. Cercanía, comprensión y una enorme capacidad de escucha sin prejuicios.

El Papa que no juzgó, que amó

Quizás su gesto más valiente y notorio fue tender la mano sin condiciones, sin esperar a cambio nada. A los migrantes que morían en alta mar, a las víctimas de abusos ante las que se disculpó, al colectivo LGTBIQ+ al que explicó “Dios te ama tal y como eres”, y a todos aquellos jóvenes desencantados que fue encontrando por cada rincón del mundo.

Frases que sembraron una revolución

Francisco destacó por muchas cosas, pero, sin duda, lo más importante fue demostrar que lo que para otros era “conjunto de normas”, para él era una forma de amar.

“Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por encerrarse”.

“No se puede amar a Dios sin amar al prójimo”.

“La realidad es superior a la idea”.

Frases que no solo defienden un pensamiento, sino que dibujan una revolución espiritual. Con esa valentía, Francisco se arriesgó, se expuso, incomodó… y sembró.

Se va un Papa, se queda su ejemplo

Hoy, el mundo llora la muerte de un líder que supo mirar con compasión, que nunca tuvo pudor para hablar claro y que jamás olvidó de dónde venía.

Un Papa con acento argentino y corazón universal.

Y que aunque ya no esté con nosotros de cuerpo presente, su legado sigue latiendo en cada uno de nuestros corazones, en cada gesto de bondad, en cada acto de justicia, en cada abrazo sin juicio.

Se ha marchado Francisco, pero no su ejemplo.

Porque hay personas que incluso al irse, siguen siendo brújula que guía nuestros pasos.

Hasta siempre, líder.